viernes, 4 de diciembre de 2009

42. Sin excusas


Cuando una emergencia sobreviene, todos están al tanto, todos quieren ayudar, todos con ganas de salir en la foto... pero basta que pasen unas semanas, para que las excusas pasen por encima de las intenciones y de paso las entierren.

El tiempo degrada la voluntad. Las buenas intenciones no se traducen en acciones y se pierden en los devaneos de las mentes ociosas de quienes, sin disciplina y sin compromiso, anteponen la inmortalidad del cangrejo, a las necesidades y demandas de sus posiciones frente a la sociedad. Todos se rasgan las vestiduras por lo que han llorado y sufrido la tragedia ajena, pero solo los que viven en casuchas de madera, casi a la interperie, padeciendo vientos frìos y lluvias congelantes, saben lo que es pedir paciencia, cuando no se puede mantener ni el calor del cuerpo.

En enero de este año, todos presenciamos espantados el evento sísmico que desapareció a todo un pueblo: Cinchona. Meses después, el Gobierno seguía tratando de explicar, por qué aun, a pesar de todo el dinero donado por los mismos costarricenses, no ha podido brindar una solución válida a los damnificados. Excusas.

Yo he construído mis propias excusas.

Desde que me dieron la prótesis en julio, me atacó el miedo. Me dejé convencer por mis propios temores, de defraudarme a mi mismo y a los demás, de no poder caminar, de no satisfacer las expectativas de quienes tanto me han ayudado.

Claro, este tipo de razonamientos son irracionales, ridículos e insostenibles, pero así funcionan nuestros métodos de autodefensa mental.

Yo he sido experto en mi vida en convencerme de que no he hecho las cosas porque así tenía que ser. Y esta no fue la excepción.

Pero un día, llegó a mi esta foto, y sencillamente mi cerebro se quedó corto. No hay excusa que justifique la evidencia ante mis ojos.

Lo que veía era la imagen de un joven afgano, que perdió sus dos piernas por una mina antipersonal colocada por el ejército talibán, y sobre la que él pasó al huir de los enfrentamientos entre los terroristas y las "fuerzas de paz". El joven de atrás, sufrió algo parecido en un enfrentamiento que sucedió frente a su propia casa, que fue destruída por un misil de mortero.

Este joven estaba caminando, con un par de prótesis sin articulaciones, de tecnología limitadisima, pero no desmaya en su esfuerzo.

Yo en cambio, con una prótesis que costó casi 4 millones de colones, con la última tecnología disponible, una rodilla de titanio, cubiertas de fibra de carbono, un pie de carbono, en fin, lo mejor a mi disposición, comprada gracias al cariño de tanta gente, de familiares, de amigos, de gente que ni conozco... y sin embargo, a punta de basura mental, la tenía sosteniendo trapos en una esquina de mi cuarto.

Imperdonable.

Esta foto me regresó de golpe a la realidad.

En esos días tuve cita con la Fisiatra del Centro Nacional de Rehabilitación que me atiende, quien me prescribió dos semanas de terapia física, para empezar a usar la prótesis.

Volví a la realidad, lo cual no quiere decir que el miedo desapareciera por arte de magia. Lo cierto es que el primer día iba tan nervioso, que no sabía ni como ponerme en pie.

Pero la gente que trabaja en el CENARE es maravillosa. Y en esas dos semanas, un ángel llamado Natalia, me levantó de la silla y me puso a caminar.

Cuando al cuarto día buscó un bastón de cuatro puntos y me dijo: "ahora sí, sálgase de las barras y empiece a caminar con el bastón" ... creí que me orinaría del susto, o me destaparía la dentadura del golpe contra el piso... lo que pasara primero. Pero no, sucedió el milagro que ella sabía que pasaría y que mi mente se negaba a considerar como posible: empecé a caminar, fuera del espacio seguro de las barras, solo apoyado en un bastón. Al final de esas dos semanas ya me había puesto a subir y bajar gradas... fue impresionante.

Una semana más, otra cita con la fisiatra y nuevamente a la zona de milagros: me regalaron dos semanas más de terapia. Esta vez el ángel fue Adrián y con su ayuda hice todo lo que jamás creí posible. Caminé hasta veinte metros sin sentarme, subí y bajé escaleras de lado, para atrás, con solo un apoyo... subí y bajé rampas... en fin, fue impresionante.

Ahora ya utilizo el bastón en el Banco para ir casi a todas partes. Mi trabajo es muy sedentario, prácticamente todo el día estoy frente a la computadora, pero cuando tengo que ir al baño o a alguna reunión, uso el bastón. Y cada vez resisto mayores distancias.

Estoy tan feliz de poder caminar... esto verdaderamente es un milagro.

A ver si aprendo a dejar las excusas de lado. La vida necesita que caminemos y superemos el miedo.

3 comentarios:

*°·.¸¸.° Heidy °·.¸¸.°* dijo...

Rolito, debo decir que no dejas de enseñarme con cada uno de tus post.
Ya te lo he dicho y lo vuelvo a decir: Sos todo un ejemplo para mi.

Y no sabes cuanto me llegó este post, por que tengo una barrera mental, con la cual me ha costado lidiar... Pero leyéndote sé que si se puede lograr. Es hora de caminar!!!

Un abrazo bien grande

Terox dijo...

De verdad que los peores obstáculos son los que tiene uno metidos en la jupa...

Manolo Matos dijo...

Hermano, me alegra que ya estés caminando. Te seguimos leyendo. Mientras leía pensaba que a pesar de que dices ser miedoso, eres más valiente que yo, porque a mi se me hace difícil abrirme a los demás y mostrar mis vulnerabilidades. Sobretodo cuando a un blog se refiere.