viernes, 7 de agosto de 2009

41. Nueva Orleans no se reconstruyó en un año

Luego del paso del huracán Katrina, Nueva Orleans quedó devastada. Sus hermosas calles, sus casas de sueño, sus parques llenos de colores y de sonidos, sus bares cargados de sentimiento negro, de soul, de jazz y de blues, desaparecieron por la fuerza de dos elementos poderosos: el agua y el aire.

Un año después, aun contando con los recursos humanos y materiales de la potencia más grande del mundo, Nueva Orleans apenas asoma su cara de entre los escombros. La mayor parte de la ciudad aun no se reconstruía y apenas una pequeña proción se había limpiado de los destrozos por completo.

La gente recordaba el terror del huracán como si hubiese pasado sobre sus cabezas la noche anterior. Las imagenes aun vívidas en sus mentes, seguían acosándolos cada vez que pasaban por un lugar en donde "solía estar" algún sitio con valor para ellos, su casa, el bar al que asistían, la Iglesia que se llenaba de gospel los domingos...

Ayer se cumplió un año de mi operación para amputarme la pierna derecha.

Es increíble, pero ni siquiera lo recordaba. Sin embargo, cuando regresó a mi memora, lo hizo acompañado de los fantasmas que cruzaban mi cabeza entonces.

Hace un año, cuando ingresé al quirófano, para dejar ahí una parte de mi cuerpo, iba convencido de que no saldría de ahí. Tenía la fuerte sensación de que moriría. Y no me causaba ninguna ansiedad, me sentía tranquilo. Sabía que no había hecho todo lo que quería hacer en este ciclo vital, pero no me arrepentía de todo lo que si hice.

Cuando salí del quirófano, un poco atolondrado por la morfina, me di cuenta de que talvez morir hubiese sido muy fácil, sencillamente ya no tendría que preocuparme por nada. Vivir es lo difícil.

Aunque la pierna que me amputaron no me ha hecho falta, no la he extrañado (siempre la asocié con el cáncer y me alegró que me extirparan el cáncer de forma tan exitosa), de inmediato, al recuperar por completo la conciencia en el salón de ortopedia del Hospital México, me dio miedo vivir. Cuando me percaté del tamaño de la herida y de la posibilidad de que se infectara y que fuera a morir por eso... no soportaba que se me acercaran a la herida, me daba pánico.

Pero poco a poco, desenredé los hilos de la madeja mental y entendí que si estaba vivo, mi obligación conmigo mismo debía ser salir adelante y seguir con mi vida, en la medida de lo posible, como si nada hubiera pasado. Y afortunadamente así lo hice.

Obviamente esto no es tan sencillo como apretar el botón de "armémonos de valor" y ponerse a vivir, ha sido bien difícil y de no ser por el apoyo de mi familia y amigos, hubiera sido imposible. Porque incluso ahora, lo más práctico para mi sería compadecerme de que soy un lisiado impotente ante la apabullante vida, y echarme en un sillón hasta que se me carcoman los huesos de comején y me muera, pero eso no tiene sentido, no tiene sentido vivir sin vivir, vivir, abandonando todo por lo que vale la pena estar vivo.

Es por eso que en abril, cuando regresé a trabajar, fue uno de los momentos más felices de todo este proceso. Saber que volvía a ser yo mismo, que recuperaba algo de lo más valioso que tengo que es mi creación, mi trabajo, mi obra... y lo recuperaba prácticamente sin ningun menoscabo, fue y es maravilloso.

Hace unas semanas, en que empecé nuevamente a caminar, a poquitos, paso a paso, haciendo todo el ejercicio que no he hecho nunca en mi vida, para fortalecer músculos que nunca han trabajado en estos treinta y nueve otoños, pues ha sido difícil, pero de alguna forma muy satisfactorio.

La idea de tener la prótesis y no poder salir corriendo a pegar brincos por la calle, me fue difícil de superar. Entender que debo armarme de paciencia, no ha sido fácil de digerir, pero aquí vamos.

A un año de mi huracán, la vida ha sido generosa conmigo. Tengo y siento el amor de tanta gente a mi alrededor, como nunca antes. Mi vida está llena de momentos y cada momento me hace sentirme realizado y completo.

La prótesis ha sido un regalo divino, hecho posible gracias a tantas personas, a mi familia cercana, a mi familia menos cercana y a tantos amigos, que de verdad la valoro como uno de mis objetos más preciados, no solo porque me permite buscar nuevamente una libertad que no experimento desde hace más de un año, sino porque representa en su composición de materiales de última tecnología, el significado mismo del amor, y de la entrega desinteresada de otros para conmigo, que me dan una razón enorme para seguir dando cada día mi mejor esfuerzo.

A un año de mi amputación, puedo decir que soy feliz.